julio 23, 2017

Isaías 30.1-15 Commentary

LOS PROFETAS Y LA VIOLENCIA: UNA CRÍTICA RADICAL (Isaías 30.1-15)

Por eso, Dios les dijo:

“Ustedes rechazan mis advertencias,

y prefieren confiar en la violencia

y en palabras mentirosas”.

Isaías 30.12, Traducción en Lenguaje Actual

Trasfondo bíblico

La espiral de violencia de la que se habla desde el Génesis siguió su camino hasta establecerse como una auténtica realidad estructural a la cual las personas se acostumbraron tarde o temprano, lo mismo que sucede hoy entre nosotros. Si las cifras de ejecuciones de los noticieros nocturnos ya escasamente llaman nuestra atención, esto se refiere a que la sensibilidad se ha desgastado y la fuerza de la costumbre se ha impuesto, situación contra la que precisamente los profetas lucharon persistentemente. Por ello resulta tan actual acercarse a la crítica que practicaron los profetas a fin de luchar contra la aceptación de la violencia como algo “normal” en nuestras sociedades, algo contrario a la voluntad expresa de Dios.

La denuncia profética de la violencia ayer y hoy

Si aceptamos que la profecía en Israel surgió como un contrapeso para frenar los abusos de los reyes y los poderosos, debemos decir que fueron algo así como una “defensoría informal de derechos humanos” en los tiempos antiguos. También deberíamos reconocer que los profetas asumieron una postura radical ante la violencia que experimentaba la sociedad que conocieron y que no dejaron de denunciar. Un recorrido por la enseñanza profética, como el del extinto biblista chileno Dagoberto Ramírez puede ayudar a entender esta situación:

Es notable el hecho de que el vocablo hebreo que indica violencia (hamas) suele ir acompañado de sod (raíz: sadad), “despojo”: Jeremías 6:7; 20:8; Ezequiel 45:9 con un sujeto bien definido (“esto es demasiado, príncipes de Israel: desistid del despojo y de la violencia, practicad el derecho y la justicia, liberad a ‘mi pueblo’ de vuestros impuestos”). A la clase dirigente de Samaria se dirige Amós como aquellos que “amontonan violencia y despojo en sus palacios” (3:10). Violencia, despojo y juicio pervertido van unidos en Habacuc 1:2-4. ¿Por qué Miqueas grita a la ciudad sus pecados (6:9 y 13) sino para especificar que denuncia los pecados sociales de los jefes y de los explotadores en lo económico y (“sus ricos están llenos de violencia”, v.12a)? Isaías 53:9 asocia “ricos” con “violencia”. En Ezequiel 28, en aquel célebre poema que critica la ideología y el poder económico del rey de Tiro, la violencia está en paralelo con “pecado”. (v.16)

Esta manera concreta de referirse al problema y atacarlo, propia de una conciencia muy precisa de las circunstancias, aparece en Isaías 30, cuando se reprocha al pueblo su desmemoria al voltear hacia su antiguo dominador, Egipto, y esperar apoyo en él (vv. 1-7). La rebeldía que se le reprocha al pueblo y a sus gobernantes consiste en desechar la profecía (v. 10) y “confiar en la violencia” (v. 12). Este pecado sería una especie de grieta que traería la “ruina extendiéndose en una pared elevada” (v. 13). Estas palabras son un eco del inicio mismo del libro, cuando Yahvé, en palabras del profeta, se lamenta acerca de la falta de discernimiento del pueblo (1.3) y el retrato social que procede de la visión profética advierte que la violencia está presente en todos los niveles: doméstico, social, político y económico, todo ello autorizado por la estructura religiosa: “Vuestras manos están llenas de sangre” (1.15b), por el sacrificio humano que no exige Dios, pero que era una supuesta necesidad social, tal como proponen algunos gobernantes actuales.

La crítica profética se dirige hacia el corazón de la violencia y promueve su superación como parte de un proceso de enjuiciamiento de sus resultados ofreciendo la alternativa que aparece en 30.15: “Si en verdad confían en mí,/ manténganse en calma/ y quedarán a salvo”. La propuesta divina entiende que la violencia seguirá ejerciendo una fascinación entre los seres humanos, pero ofrece también la posibilidad de atisbar un camino diferente.

Jesús, el profeta, y la violencia en todos los órdenes

Hace algunos años, un gobierno laico, el de El Salvador, quiso responder a la violencia con la lectura de la Biblia en las escuelas, algo que algunos dirigentes religiosos rechazaron con diversos argumentos. Una nota periodística explica así la situación: “‘Este decreto ya raya en la ignorancia e hipocresía… los religiosos no hemos sido consultados. Para mí es más importante tener un encuentro con los valores’, dijo por su parte el obispo Medardo Gómez de la Iglesia Luterana. La Ley para autorizar la lectura de la Biblia en el sistema educativo, que ‘instituye la lectura de pasajes de la Biblia de forma diaria y sistemática en todos los centros educativos del país’, fue aprobada por el Parlamento la semana pasada. […] Para [el presidente] Funes, la lectura de la Biblia podría ser una ‘iniciativa que alivie la situación de violencia del país’. ‘La visión con que se aborda la violencia me preocupa, no estamos viendo lo que hay detrás’, expresó el pastor Miguel Tomás Castro, de la Iglesia Bautista, al hacer alusión a que no se están atacando las verdaderas causas de ese fenómeno” (Susana Barrera).

Ante un planteamiento de estas características, bien valdría la pena observar la actitud de Jesús ante la violencia que se había establecido como núcleo o centro de la realidad social. La actitud básica de Jesús ante la violencia se basó en exhortar al pueblo a no seguir la lógica o las leyes que rigen al mundo en ese sentido. En su caso, la ley mosaica debería ser superada, pues la ley apenas puede intentar la regulación de la violencia:

Al comprometerse solemnemente a no recurrir más a la violencia, Dios sugiere que, si la ley es necesaria para contener la violencia, también espera que “eduque” a los humanos —en el sentido etimológico de conducirlos fuera de la violencia—, hacia el bien y lo justo. Pero bien y justicia sólo se darán donde los humanos, a ejemplo de Dios, tengan la audacia de ir más allá de la ley, para renunciar voluntariamente a la violencia. Este camino lo explicitará el Jesús de Mateo: “Habéis oído que se dijo ‘ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo que no resistáis al mal…”. Que no adoptéis su lógica de violencia a la que intenta llevaros (Mt 5, 38-39) (André Wénin).

Pero Jesús no deja de recurrir a la denuncia típicamente profética en su ataque de Lucas 11.46-52, donde recuerda la actitud violenta de los religiosos profesionales y la manera en que “resolvieron” sus diferencias con los profetas mediante el asesinato de algunas de sus figuras.

Conclusión

Jesús afirma tajantemente que desde Abel hasta Zacarías (Lc 11.51; II Cr 24.20-21), Dios no dejará de reclamar la sangre de las personas justas víctimas de la violencia social. Jesús toma partido abiertamente por ellas y llama la atención al hecho de que el pueblo tiene una responsabilidad compartida para la superación de la violencia en todos sus órdenes, pues ésta es un cáncer que se autoriza a sí mismo para reproducirse sin control y hacerse presente en todas las relaciones humanas. En Jesús, el Cordero inocente entregado por el pecado humano, Dios mismo renuncia a la violencia para siempre y abre las puertas para nuevas alternativas de convivencia, siempre al acecho de la forma en que aquélla seguirá impidiendo la concordia y la armonía entre iguales.

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