octubre 15, 2017

Romanos 12.1-10 Commentary

REFORMA DE LA IGLESIA, DE LA SOCIEDAD, DE LAS PERSONAS (Ro 12.1-10)

Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.

Romanos 12.2, Traducción en Lenguaje Actual

Trasfondo bíblico

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, dice San Pablo según la versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. En Dios Habla Hoy suena así: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente, al contrario, cambien su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto”. Y en la de don Alfonso Lloreda y don Gonzalo Báez-Camargo, insignes biblistas latinoamericanos (Biblia del Nuevo Milenio. México, Trillas, 2000): “No os ciñáis a las normas de este mundo, sino dejaos transformar por la renovación de la mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. La fluidez de esta última versión salta a la vista, pero sin importar la traducción, debe llamar nuestra atención la forma en que el apóstol se presenta como un promotor del cambio. La forma en que redacta sus palabras subraya su intención de afirmar con claridad que quienes han sido tocados por Jesucristo están comprometidos con el cambio. Son llamados a ser militantes de una transformación del mundo más acorde con las exigencias del Reino de Dios, pues como él mismo escribe más adelante, de “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (14.17).

Esta pasión por el cambio dominó también la vida de la extraordinaria generación de reformadores del siglo XVI, encabezada por Lutero, Calvino y otros, quienes lucharon decididamente por devolverle a la Iglesia un rostro más cercano a los ideales del Nuevo Testamento. Pues como escribió el biblista católico Raymond Brown, “la Iglesia que Jesús quería” cedió su lugar, al final del Nuevo Testamento, a “las iglesias que los apóstoles nos dejaron”. Por ello, el esfuerzo de transformación y renovación del cristianismo emprendido por ellos retomó firmemente el espíritu de las palabras de Pablo para intentar que la Iglesia recobrase su rostro de sierva de Jesucristo, más allá de los deseos de las clases dominantes de su tiempo. Esta voluntad de cambio los llevó a la necesidad de adecuar su mentalidad, su fe y su práctica piadosa ante los nuevos tiempos que llegaban.

EL reformador francés Juan Calvino (1509-1564), al comentar este pasaje, señala: “En el mundo todo es perversa dulzura y si deseamos sinceramente vestirnos de Cristo, nos conviene despojarnos de todo aquello que de él proceda. Y para que este modo de hablar no se preste a duda, el Apóstol ordena que seamos transformados o reformados por la renovación de nuestro entendimiento. Estas antítesis por medio de las cuales la idea es más claramente expresada son muy corrientes en las Escrituras”. La historia de la tradición reformada incluye múltiples casos de renovación social. Se trata también de vencer enormes resistencias internas, muchas de ellas expresadas a veces en nombre de la fe.

Reformar la sociedad, tarea cristiana

Los historiadores de la Reforma Protestante coinciden en que este movimiento no sólo consiguió transformar la Iglesia, sino que fue más allá del cambio religioso para implantar una nueva forma de vivir, pensar y proyectar la fe. Algunos historiadores afirman que la reforma llevada a cabo por Calvino logró sentar las bases de una nueva civilización, de una nueva forma de vivir, al rescatar la enseñanza bíblica de que se debe rendir la gloria a Dios en todas las áreas de la vida. De allí surgiría una nueva manera de actuar en el mundo. Al no requerir la dedicación religiosa “de tiempo completo”, la Reforma elevó el trabajo a otro nivel espiritual y colocó las exigencias del Evangelio en todos los campos de la vida humana.

Hay que entender la renovación como una obra del Espíritu Santo a fin de superar la visión de que la reforma de la sociedad es también parte de la voluntad de Dios. Se trata de movilizarse, en nombre de las demandas del Evangelio, para que el mundo reconozca su injusticia y reoriente su rumbo en busca de mejores condiciones de vida para los seres humanos y con un enorme respeto por la creación y la naturaleza. La trinchera de la justicia ha sido ocupada por muchos creyentes que no se satisfacen con sentir que su iglesia vive conforme a los deseos de Dios, sino que promueven que los cambios sucedan en todas las áreas de la vida humana.

Conclusión. Renovación de las personas, tarea interminable

La renovación de las personas deber ir en primer lugar en esta búsqueda de fidelidad a las palabras del apóstol. La renovación y transformación personal se proyecta en todas las áreas de la sociedad humana. Romanos 12.2 nos exige una fuerte crítica personal para transformar de verdad la vida para poder comprender la voluntad de Dios con alegría y gozo auténticos. Sólo así podrá comprenderse el designio de Dios que ha de cumplirse totalmente. La Reforma Protestante volvió a descubrir el lugar de cada persona al enseñar la doctrina del sacerdocio universal de los creyentes, esto es, el hecho de que cada ser humano puede acercarse a Dios sin la intervención de nadie más. El cambio que Dios quiere que se realice en el mundo pasa por la vida de las personas que Él ha redimido.

Sugerencias de lectura

  • Juan Calvino, El libro de oro de la verdadera vida cristiana. Terrassa, CLIE, 1991.
  • Juan Calvino, La epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Grand Rapids, Subcomisión de Literatura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reformada (CRC), 1977.
  • Tim Chester y Michael Reeves, ¿Por qué la Reforma aun importa?: Conociendo el pasado para reflexionar sobre el presente y dar forma al futuro. Barcelona, Andamio, 2017.
  • César Vidal, El legado de la Reforma: Una herencia para el futuro. Tyler, Texas, JUCUM, 2016.

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